Amigas y amigos:
El acto de graduación, que tan
espléndidamente organizasteis junto con vuestros profesores, provocó en
nosotros muchas emociones, algunas de las cuales quisiera expresar en esta
carta.
Lo que el viernes 24 de mayo pudimos
ver, escuchar y sentir (claro reflejo de lo que habéis sido y logrado estos
últimos años) nos mueve a sentirnos felices, satisfechos y legítimamente
orgullosos de todos vosotros.
¿Y qué es lo que vimos, escuchamos y
sentimos ese día? No fueron pocas cosas, desde luego. Os diré algunas:
camaradería, naturalidad, amistad, sentido del humor, creatividad, respeto
(nada distante), visión positiva de la vida, alegría y la madurez suficiente para
saber relacionaros de manera espontánea con los adultos. Fue un acto
maravilloso en el que nos contagiasteis vuestras ganas de vivir. Yo diría que
fue tan hermoso que resultó incluso sanador, pues el contacto con la belleza
nos cura siempre.
Ahora quisiera, un poco al modo de
Walt Whitman en el poema que cerró el acto, alentaros en vuestro futuro.
No os diré que no tengáis miedo, pues
el miedo no se elije, viene. Pero sí os diré que no dejéis que os paralice. Eso
sí está en vuestras manos, pues siempre (oídme bien, ¡siempre!) podemos decidir
qué hacer con nuestras emociones. Lo hemos oído muchas veces: el héroe no es el
que no tiene miedo, sino el que lo controla, respira hondo y salta al ruedo o
al campo de batalla.
Habrá muchas voces (voces viejas, ya
gastadas, de gente que quizá ha perdido el contacto con su ser) que en nombre
del sentido común o del realismo os presenten un futuro sin horizontes. Escuchadlas, pero luego paraos y, en soledad serena, mirad qué os
dicen esas voces: ¿os inspiran?, ¿os despiertan la esperanza? Si no es así,
desechadlas inmediatamente y salid de nuevo al mundo buscando voces que sean
reconocidas con dicha por vuestro corazón. Las hay, existen y, si permanecéis
atentos, las oiréis.
Os ha tocado vivir un tiempo
importante (porque es el vuestro) y peculiar. No diré difícil, pues con esa
palabra quizá esté ya cediendo terreno al miedo. Un tiempo de transición, con
la incertidumbre que eso suele provocar en el ser humano. Todo está cambiando a
una velocidad de vértigo, y ese cambio
externo exige otro de actitud en cada uno de nosotros. ¿Qué nuevas actitudes
nos pide el mundo que está por venir? A mí se me ocurren algunas: flexibilidad,
apertura a lo desconocido, valentía, tolerancia, creatividad, esperanza.
Que esa naturalidad y frescura, ese
corazón amoroso, esa alegría, ese respeto cercano…todo eso que vimos y sentimos
el viernes 24 de mayo de 2013 y caló hasta lo más hondo de nuestros corazones,
perviva siempre en vosotros. Echad mano de esas reservas de oxígeno cuando
sintáis el frío, el miedo, la duda… Esas reservas os mantendrán en el camino
que estáis llamados a recorrer para hacer el mundo más hermoso.
El mundo os espera, amigas y amigos,
os necesita. Se siente viejo y por eso os llama a vosotros, hombres y mujeres
jóvenes, plenos de vida, con la fuerza, el talento y el amor suficientes para
levantarlo de su postración actual…O para alumbrar otro nuevo, a vuestra imagen
y semejanza.
¡PRECURSORES, OH, PRECURSORES!